La abuela de Marco Rojas, refuerzo del “Cacique”, vivió en el sector San Isidro y en el cerro Mayaca en Quillota, antes de establecerse en Nueva Zelanda, país donde Marco heredó el cariño por Chile y la pasión por el fútbol

Por Natalia Morales Aguilar

 


Marco Rojas Walen es un jugador de fútbol neozelandés de 30 años que tras una provechosa carrera jugando en equipos de Nueva Zelanda, Australia y Europa, por primera vez está defendiendo los colores de un club de América; nada menos que Colo Colo, cuadro chileno que tiene a la mano la chance de ser campeón del fútbol de primera división.

Marco es hijo de un chileno, Rodrigo Rojas, quien emigró a Nueva Zelanda cuando sólo tenía 7 años. La abuela de Marco, Betty Reeve (de soltera, Betty Reyes Ortega), vivió en Quillota antes de emigrar al país de Oceanía con su hijo. Conversamos por teléfono con ella, quien actualmente vive en Hamilton en Nueva Zelanda, para conocer el origen quillotano de Marco.

Betty tiene 75 años y es oriunda de Valparaíso. Vivió con sus padres en la ciudad puerto en el cerro Cordillera, hasta que en su adolescencia se mudaron a Quillota para poder cuidar de los abuelos de Betty, que tenían un delicado estado de salud. Llegaron a vivir a San Isidro y después al cerro Mayaca.

“Era difícil la situación, mi papá y mi mamá pertenecían a la Gobernación de Quillota y a la Municipalidad. Mi mamá fue candidata a regidora en Quillota y por política, nosotros tuvimos que salir de Chile. Nosotros estábamos involucrados en los partidos políticos de izquierda, apoyando a Salvador Allende en esos años”, cuenta Betty Reeve.

La mamá de Betty, quien aún vive, se llama Juana Ortega y fue candidata en los años 60. Sin embargo, con el Golpe de Estado se complicó mucho la situación para la familia. En el año 1976 recibieron la ayuda de un fiscal militar de Quillota y poco tiempo después, la familia decidió dejar la comuna e ir a Santiago. Un tiempo después, emigraron a Argentina.

 

Nueva Zelanda les recibió con los brazos abiertos

Allá postularon a un programa de la ONU, que ayudaba a las personas exiliadas. “Varios países aceptaron a refugiados chilenos y nosotros tuvimos la suerte de llegar a fue Nueva Zelanda”. Arribaron el día 28 de mayo de 1976. “En esos años, Nueva Zelanda era algo especial. Aquí la educación era gratis, la medicina también (..) Era muy libre todo. Cómo nos hubiera gustado que Chile fuera así”, reflexiona.

Sin embargo, los primeros años en Nueva Zelanda fueron muy difíciles. “En ese momento, lo único que pensábamos era cuándo íbamos a regresar. Nos gustaba el país, pero también extrañábamos nuestras costumbres. Había muy poca gente latina. Sólo había otro chileno en Hamilton, que lo veíamos y nos entretenía con su guitarra, pero sólo eso”, cuenta.

“Mi papá empezó como carpintero en una construcción. Mi mamá también empezó con unos trabajitos por ahí”, dice. Betty encontró un trabajo en una industria de ropa de varón, aunque aún no sabía hablar inglés. Se dedicó a trabajar en el día y en las noches estudiaba el idioma. “Íbamos toda la familia, incluido el niño (Rodrigo), a estudiar el inglés, para aprender un poquito, para poder defendernos”, recuerda.

Una de las cosas que más extrañaban de Chile eran sus amigos. “Lo más tremendo era no poder saber de las amistades, no teníamos comunicación. Una carta llegaba después de dos meses”, dice. También echaban de menos la comida. “Acá las paltas casi no existían, ni el cilantro, por decir alguno. Tener algún ají para hacer un pebre, imposible, no existían acá en ese tiempo. Ahora hay de todo, pero en esos años, si queríamos comprar una sandía en el verano, era como comprar oro. Era caro”, cuenta Betty.

 

Marco, un nieto apasionado por el fútbol y que quería a Chile

El hijo de Betty, Rodrigo, conoció en su colegio en Nueva Zelanda a su esposa, Melanie, con quien tuvo a Marco y a su hermana Daniela. Betty también encontró el amor en Alwin, un neozelandés con quien está desde hace 39 años.

Rodrigo, el hijo de Betty, comenzó a interesarse por el fútbol cuando estaba terminando la escuela primaria. De adulto, creó una academia de fútbol, en la que jugó su hijo, Marco. “Rodrigo era fanático, con Marco se veían todos los partidos de Chile”, recuerda Betty. “Marco, desde que comenzó a gatear, estaba rodeado de fútbol”, dice.

Marco con 12 años le enseñaba a jugar a la pelota a un grupo de niños de entre 5 a 7 años en la academia de Rodrigo. Cuando Marco Rojas tenía 13 años, su familia viajó a Chile y lo llevó a probarse en Colo Colo, sin embargo, la señora Betty dice que no los recibieron. Después lo llevaron a San Luis de Quillota, “donde inmediatamente nos abrieron las puertas”, asegura.

 

Famila de Betty Reeve
La familia de Betty Reeve antes de migrar a Nueva Zelanda. De izquierda a derecha. Atrás: Hortensia, hermana de Betty; su cuñado Nelson y su sobrino de mismo nombre; Juana Ortega, mamá de Betty; Hernán Reyes, papá de Betty; Juana, hermana de Betty; Betty (de blusa verde); Rodrigo Rojas, hijo de Betty y papá del jugador Marco Rojas; Jaime y Hernán, ambos hermanos menores de Betty.

 

En esa prueba con el club canario, Marco mostró su talento con el balón. San Luis se interesó por incorporarlo en sus divisiones inferiores, pero él aún era muy joven. El muchacho cumplió 18 años en 2009. “Marco quería ir a Chile porque él se iba a San Luis. En ese intermedio, en que se vino a terminar sus estudios, a Marco lo llamaron de Wellington del equipo Phoenix a probarse”, relata Betty. Tras haber generado una muy buena impresión, Marco firmó su primer contrato profesional en el Wellington Phoenix.

Estuvo tres años en ese club, que en 2011 le entregó el premio al jugador joven del año. Fue llamado a la Selección de fútbol de Nueva Zelanda, donde jugó en la categoría sub 20, sub 23 y en la división adulta.

Firmó por el Melbourne Victory, equipo de Australia y en estos años como profesional, ha tenido pasos por el VfB Stuttgart, club de Alemania, al igual que en equipos de Suiza y Dinamarca.

 

Familia de Marco Rojas
Madre hijo y nieto, dos días antes de que Marco partiera de Nueva Zelanda a Chile a firmar por Colo Colo. Rodrigo Rojas, Betty Reeve y Marco Rojas.

 

Este año firmó por primera vez un contrato profesional por un club chileno, Colo Colo. Rodrigo, su padre, le ha acompañado en esta nueva etapa en Chile, país al que el jugador guarda mucho cariño.

Betty influyó en el interés de su nieto por sus raíces chilenas. Cuando ella comenzó a trabajar en la compañía lechera más grande de Nueva Zelanda, tenía un horario de trabajo que le daba tiempo para cuidar a Marco.

“Desde los cinco años, Marco ya sabía el himno nacional de Chile. Desde chiquito, yo les ayudaba a mi nuera y a mi hijo a cuidarlo y le enseñaba. Andaba siempre con la camiseta de la selección chilena”, recuerda su abuela, Betty Reeve.

“Acá llegaron varias familias chilenas después que jamás le enseñaron el español. Pensaron que lo más importante era que los niños supieran el inglés. En nuestra familia, a los niños se les enseñó que fuera de la casa, ellos van a aprender inglés, pero en la casa van a aprender el idioma nuestro”, cuenta Betty. Gracias a ello, Marco habla de forma fluida el español. Además del inglés y también sabe hablar alemán.

 

Un presente luminoso en Colo Colo

Marco brilló en un partido ante Palestino, donde dio la asistencia de gol a Marcos Bolados, con la que Colo Colo obtuvo tres importantes puntos que le han servido para consolidarse como puntero exclusivo del torneo. También dio el pase de gol que fue el 2-0 de los colocolinos ante Cobresal.

Mientras Marco juega, también está rindiendo exámenes de una carrera humanista que está sacando en Adelaida, Australia. Ahora Marco y su familia se ilusionan con un nuevo título de Colo Colo, como el primer gran logro deportivo de Marco en tierra chilena.

 

premio de marco rojas
Premio que ganó Marco Rojas en Australia, por los 15 goles que anotó en la temporada 2012-2013 en el equipo Melbourne Victory.
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